Y DESPUÉS ¿QUÉ? ¿QUIÉNES?
VI Domingo de Pascua. Ciclo A
“Yo le rogaré al Padre y él les dará otro Paráclito”
Juan 14,15-21
Después de dos meses de encierro voluntario y obligado, desconcierto e
incertidumbre, pérdidas y confusiones, empezamos a mirar hacia nuestro
futuro próximo con esperanza y, al mismo tiempo, con ciertas dudas.
Aunque vayamos a ir, poco a poco, recuperando tiempos y espacios, hay
señales de que podemos acercamos a ‘una nueva normalidad’. Esperamos
que la tremenda sacudida del coronavirus siga provocando reflexión e
interiorización de los valores que sostienen la convivencia humana.
Hemos estado viviendo esta situación crítica en Cuaresma y Pascua. No
concibo un tiempo cuaresmal sin purificación del interior y un tiempo de
Pascua sin que genere vida. Dar la batalla y vencer definitivamente la
muerte no es cualquier cosa. La victoria de Jesucristo es la garantía del
futuro sin fin para quien lo ha aceptado como su Señor. Estos tiempos
litúrgicos potencian un espíritu de esperanza que nos invita a mirar con
confianza serena que el horizonte de todo ser humano es de plenitud. ¡No
tengamos miedo! Sabemos de dónde venimos, a dónde vamos, qué
camino andamos y con quién lo recorremos.
Creerlo, aceptarlo, celebrarlo y testimoniarlo es una tarea siempre
desafiante para el cristiano que vive en tiempos que invitan a replantear
fundamentos, convicciones y jerarquía de valores. El ambiente cultural
que nos cobija parece quedarse corto en el futuro que desea y prepara.
El mercado que ofrece está lleno de dudas porque se basa sólo en los
cálculos del mismo mercado… y en sus propias fuerzas.
Los primeros cristianos se hicieron las mismas preguntas que todo ser
humano se hace en situación de crisis: por qué la tribulación; qué sentido
tiene luchar cada día; qué es primero la salud y/o la economía; quién
asume la responsabilidad de los males en el mundo; hasta dónde llega el
poder del poder; por qué tener que morir... Son preguntas que subyacen
en los interrogantes gritados por quienes se enfrentan con el micro
‘enemigo invisible’. Encontrarse con la persona de Jesucristo debe
significar el encuentro con la verdad viva y vivificadora. El camino de la
fe tendrá que pasar por la cruz de las sombras, del desprendimiento y
de… las despedidas.
El ambiente que se respira al escuchar el Evangelio de este domingo es
de orfandad, indefensión y desamparo; y, al mismo tiempo, de
esperanza, confianza y seguridad. Las palabras de Jesús iluminan, animan
y fortalecen. Todo sucede en un ambiente fraternal de despedida y de un
futuro incierto: “Ya no me verán…” “Si me aman cumplirán mis
mandamientos…” “Les daré un Paráclito (defensor) que esté siempre con
ustedes, el Espíritu de la verdad”. El Señor Jesús les garantiza su
presencia, acompañamiento y defensa. Esto será lo importante en el
caminar juntos y en el futuro próximo y el definitivo.
El regalo del Espíritu de verdad no puede ser más oportuno ante los retos
que tenemos. Él es Maestro, Memoria y Defensor de quienes se esfuerzan
en vivir en el amor para construir una ‘nueva normalidad’. Ojalá seamos
protagonistas/factores/fermento de los cambios profundos que necesita
nuestra cultura posmoderna.
Con el afecto renovado y mi bendición.
+ Sigifredo Noriega Barceló
Obispo de/en Zacatecas