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    Obispo Sigifredo   Domingueando 2015

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    EN EL DESIERTO NO HAY ‘SELFIES’

    Segundo Domingo de Adviento. Ciclo C

     

    Diciembre es diciembre. Para mucha gente la Navidad ya empezó con sus luces, el frenesí de las carreras, la preocupación por los regalos, el miedo a los vacíos... Pero Navidad no tiene como fin el consumismo sino adentrarnos en el sentido del caminar hacia la plenitud que Dios nos ha dado en su Hijo Jesucristo.

     

    El consumo navideño apuesta a lo inmediato, a la piel del sentimiento, a lo que satisface al instante y da dividendos a la carta. En cambio la Navidad es una invitación al horizonte total de la vida, a la utopía, al cumplimiento de los sueños y anhelos del ser humano. Dios nos ofrece como regalo a su Hijo

     

    Vivir la Navidad –como Dios manda- no es cosa de tomarse ‘selfies’, fotos al gusto, al instante, hasta donde alcance el brazo. Juan Bautista, otro gran personaje especialista en preparar caminos de salvación, nos envía hoy al desierto donde no se necesitan las  cámaras. Juan es un profeta, un hombre de Dios, habitado por Dios, con palabra de Dios dentro de su corazón. Juan va al desierto para escuchar la palabra, acogerla, pregonarla. Necesita el silencio para ir hasta el fondo de la vida, buscarle el sentido y cumplir su misión en el mundo.

     

    La expresión “una voz grita en el desierto” puede encerrar muchos significados y abrirnos a muchas posibilidades; las de Dios y las que nos vienen de su presencia, si es que nos dejamos habitar por él. Puede ser el lugar de la prueba, de la lucha interior, del forcejeo con ‘alguien’ que intenta sacarnos de nuestras seguridades; o también la voz que se convierte en un ruido más, sin palabra, sin luz, sin horizonte.

     

    La predicación de Juan debió ser algo impresionante para sus contemporáneos, los que tenían abiertos los oídos del corazón y buscaban una chispa de esperanza para entrar en el corazón de la vida y arrancarle su sentido de plenitud. El recuerdo actualizado de las palabras del profeta Isaías –otro personaje especialista en advientos- sonó como un llamado urgente a ponerse en el camino correcto para “ver la salvación de Dios”. De esta escucha comprometida habrían de salir los primeros discípulos –apóstoles escogidos por Jesús para anunciar el cumplimiento del anuncio-promesa: “todos los hombres verán la salvación de Dios”.

     

    Dios ha hecho y quiere seguir haciendo lo suyo: la salvación ofrecida a todos. La salvación tiene que ver con la dignidad de cada ser humano, su responsabilidad en la historia y el llamado a la plenitud. El nacimiento de Jesús es la realidad humana más bella de la cercanía de Dios con nosotros.  

     

    Que al encender la segunda vela de Adviento decidamos ir al desierto, no a tomarnos selfies, sino a dejarnos encontrar por el Señor que viene a salvarnos. Que este Adviento, tiempo de espera, de anhelos, de deseos de plenitud, active en nosotros los dinamismos concretos de la misericordia de Dios.

     

    María de Guadalupe, madre misericordiosa, ruega por nosotros.

     

    + Sigifredo

       Obispo de/en Zacatecas

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    06 de diciembre de 2015  ©Diócesis de Zacatecas

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